domingo, septiembre 10, 2006

"Aquella Campanada"

Me cierro, me despido, me estoy destruyendo. Nadie da cuenta. Destellos de felicidad caen en picada con el mínimo goce de conciencia. Me despido y todo vuelve al mismo lugar. Estoy aquí, para penar eternamente y abrazarme a mis refutables escritos. Generadores de las más certeras criticas, pero es así. Vine a este mundo para perecer. Un mundo que no se bien explicarlo, pero que duerme en mi entendimiento como ese rutinario plan de perecer. Como ese sistemático decaer hacia la muerte. Tal vez por ello la muerte pierda importancia, si ya cuando nacemos no tenemos otro descuido que morir sabe quien cuando, en que momento de este eterno despertar al cual llamamos comúnmente vida.Un día cualquiera y una noche cualquiera. El mundo práctico, y todo tiene un por que y tiene una explicación, y tiene su comienzo y su final, me levanto hoy para dormirme hacia el mañana. Pero tal vez ese mañana y ese hoy es la misma cosa. Es la misma partícula de cúmulo de sentires y recuerdos que se van acumulando en nuestro entendimiento para generar el final, producto acotadamente llamado vida. El hoy y el mañana. Es que queremos generarnos nuevas oportunidades? Ordenarlas tal vez?.He nacido, he comenzado mi día para terminarlo sabe quien cuando. Soy un tonto que escribe, pero no se lee. Que habré deletreado en párrafos anteriores? No sé. Mi día comenzó hace un basto pasado, y ya llevo un buen tiempo viendo como este se estira en su duración, cambiar de luminosidad. A veces un calor de luz brillante y fuerte, otras veces con luz más tenue y fría. Y descanso par volver a comenzar a cansarme y caer nuevamente en el descanso.El tiempo, pasa? Estamos seguros de esa afirmación. Y sigo con mis preguntas y aseguro darme mis respuestas. Confiamos en los relojes, los números, las matemáticas. No se por que siempre estuve en la vereda del frente de las exactitudes. Soy de los inexactos. Después de la una sigue las dos. Pero matemática amiga dice que entre uno y dos existen infinitos, eternas cantidades de números. Confiamos en esas agujas que corren en un espacio reducido que sobra en la muñeca de nuestras manos, y en ellas depositamos devenires. Mi reloj comienza en un cero y termina en ese valor indefinido e inesperado denominado comúnmente muerte. Y aquí sigo, gastando mi día, esperando que desde aquella cúpula suene la última campanada…
Juan Maldonado

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