“EL COMIENZO”
Letras mayúsculas sobre el laberinto, ya componen la estructura, un cigarro, unas cuantas gotas de vino tinto.
Sufre el que no bebe, por temor a la trágica de su suerte, pero divisa un cambio entre letra suave y fuerte.
Es el comienzo, tal vez la partida, de los mejores ediles, el todo enfrascado. Y de otros más nobles, a caso confundidos, dejan abierta solo una herida.
Nada se necesita, poco se emplea, algo de travesura para recorrer el tejado, para refugiarnos los desalmados, para fundir en habla la pena.
Se tropieza, se despierta, se asimila ansioso el final sin respuestas. Bello el desafío de dejar la cuenta, solo una historia cuando lucen abiertas.
Como llamarlo, algo importante, algo divino o insignificante. Solo el latido del que le da vida, goza la sangre en su partida.
Y si no fuera por él no seria el contenido, ya no habría destinos de personajes imaginarios, que moviesen verbos y sustantivos y echaran manos del diccionario.
Son esas clemencias que tienen los libros, cuando en la primer página dan su primer rueda, que nos dejan en ellos bien detenidos, o se devuelven rápido a las biblotecas.
Letras mayúsculas sobre el laberinto, ya componen la estructura, un cigarro, unas cuantas gotas de vino tinto.
Sufre el que no bebe, por temor a la trágica de su suerte, pero divisa un cambio entre letra suave y fuerte.
Es el comienzo, tal vez la partida, de los mejores ediles, el todo enfrascado. Y de otros más nobles, a caso confundidos, dejan abierta solo una herida.
Nada se necesita, poco se emplea, algo de travesura para recorrer el tejado, para refugiarnos los desalmados, para fundir en habla la pena.
Se tropieza, se despierta, se asimila ansioso el final sin respuestas. Bello el desafío de dejar la cuenta, solo una historia cuando lucen abiertas.
Como llamarlo, algo importante, algo divino o insignificante. Solo el latido del que le da vida, goza la sangre en su partida.
Y si no fuera por él no seria el contenido, ya no habría destinos de personajes imaginarios, que moviesen verbos y sustantivos y echaran manos del diccionario.
Son esas clemencias que tienen los libros, cuando en la primer página dan su primer rueda, que nos dejan en ellos bien detenidos, o se devuelven rápido a las biblotecas.
JUAN MALDONADO