"Perro vagabundo"
Perro vagabundo que aterrizas en cualquier plaza y dejas reposar tu descanso en cuanta sombra refresque estos tiempos de calor intenso. A ti te escribo, para que te sientas acompañado y de esa manera puedas realizar el camino de regreso con la simpática molestia de mi compañía.
Es ese andar desorientado de noches de pura reflexión bajo los tenues lumínicos lunares que el crepúsculo presenta cuando camino tras los restos de comida que los más afortunados depositan en sus basureros, y es ese tal vez el premio de tan desdichada suerte que me acompañará a través de mis tiempos hasta que la muerte llame a mi puerta y ya ninguna frivolidad percutirá sobre mis necesidades.
Camino tras los pasos de aquel solitario, que como yo, ha quedado tras las rejas de desamparo, orientando su rumbo tras senderos indefinidos, preocupándose únicamente por jugarse la suerte, vertiendo en el bolillero algunas escasas cifras que seguramente nadie adquirió, y nuevamente el premio quedará bacante, en manos de la mala racha. Se pintará de sol y luna, de sombra y comida podrida, de trifulca instintiva, y los caminos nunca mostraran las huellas gastadas, porque el camino del desoriento siempre ofrece un adelante, y como algún filosofo diría en la antigüedad: “no mojarás tu cuerpo dos veces en el mismo río”, de igual manera, desorientado, no volverás a sobrepasar tu camino dos veces. Será eso lo que nos atrae a los desdichados caminantes nocturnos, el esparcir nuestros pasos, tras el laberíntico juego del no saber lo que vendrá. Prefiero este camino, de senderos escondidos, abandonados por solitarios anteriores que bajo la gramilla dejaron sus huellas, aquellas que los llevaron a impensados lugares. Los caminos que van y vuelven me aburren. Prefiero las balsas sometidas a las decisiones del mar abierto.
Como perro aullando a la luna, en son de enamorarla es que me encuentro, con mis caminos perdidos, a la espera del destino…
Perro vagabundo que aterrizas en cualquier plaza y dejas reposar tu descanso en cuanta sombra refresque estos tiempos de calor intenso. A ti te escribo, para que te sientas acompañado y de esa manera puedas realizar el camino de regreso con la simpática molestia de mi compañía.
Es ese andar desorientado de noches de pura reflexión bajo los tenues lumínicos lunares que el crepúsculo presenta cuando camino tras los restos de comida que los más afortunados depositan en sus basureros, y es ese tal vez el premio de tan desdichada suerte que me acompañará a través de mis tiempos hasta que la muerte llame a mi puerta y ya ninguna frivolidad percutirá sobre mis necesidades.
Camino tras los pasos de aquel solitario, que como yo, ha quedado tras las rejas de desamparo, orientando su rumbo tras senderos indefinidos, preocupándose únicamente por jugarse la suerte, vertiendo en el bolillero algunas escasas cifras que seguramente nadie adquirió, y nuevamente el premio quedará bacante, en manos de la mala racha. Se pintará de sol y luna, de sombra y comida podrida, de trifulca instintiva, y los caminos nunca mostraran las huellas gastadas, porque el camino del desoriento siempre ofrece un adelante, y como algún filosofo diría en la antigüedad: “no mojarás tu cuerpo dos veces en el mismo río”, de igual manera, desorientado, no volverás a sobrepasar tu camino dos veces. Será eso lo que nos atrae a los desdichados caminantes nocturnos, el esparcir nuestros pasos, tras el laberíntico juego del no saber lo que vendrá. Prefiero este camino, de senderos escondidos, abandonados por solitarios anteriores que bajo la gramilla dejaron sus huellas, aquellas que los llevaron a impensados lugares. Los caminos que van y vuelven me aburren. Prefiero las balsas sometidas a las decisiones del mar abierto.
Como perro aullando a la luna, en son de enamorarla es que me encuentro, con mis caminos perdidos, a la espera del destino…
Juan Maldonado