SUEÑOS DE PRIMAVERA (CAPITULO 4)
Lo seguí por la calle desolada. Sus pasos fueron cortos. Reptantes. Cuando sintió los mios detuvo su marcha. Lentamente giró su cuerpo y se enfrentó con una aguda mirada que lo seguí desde hacía ya un tiempo.
“Parece que ha llegado la hora”, dijo.
Quedé perplejo. Había sido tan cuidadoso. Como pudo dar cuenta de que estaba reparando en el? “Los ciegos no pueden verte la cara, pero lo mismo te reconocen”, exclamó esta vez. “No se que quieres, pero desenrolla ahora”
Yo no pude emitir palabra. Todas las recomendaciones que había recibido se esfumaron entre los dedos del segundo. “Ustedes son todos iguales. Superhéroes que se desploman al primer grito.” Ante mí tenía el hombre que podía cambiar el rumbo de una nación, borracho como estaba. Yo no podía emitir palabra. Villar Villegas, o Figuer Villar, como el mismo se hacía llamar. Se me había encomendado atraparlo, pero nadie sospechaba –ni siquiera el mismo- que lo que yo realmente quería era acompañarlo, ayudarlo. Como convencerlo de ello: el problema.
“Dispara. Habla o sigue tu camino”. No dije nada. Dio media vuelta luego de lo dicho, y siguió su marcha.
-Espere, dije. Tengo algo que le pertenece. Se frenó. Suspiró profundo alzando los hombros, y luego de enfrentarme me miró sudoroso…
Juan Maldonado