sábado, agosto 04, 2007

“SUEÑO DE PRIMAVERA” (CAPITULO DOS)

Camino a su casa descifró cada una de los acontecimientos que había experimentado. Primero, el despertar en un lugar donde el sueño no había atrapado a su cansancio. Quizás el bienestar de la lactancia alcohólica desorientó su recuerdo y solo la realidad de un nuevo amanecer permaneció en su duda. Segundo, porque desafiar a la soledad con un inoportuno despido de aquella mujer que lo colocó en el pedestal de su carrera, luego de una carrera casi totalitaria de su vida? Y por ultimo, el retorno de su marcha, para volver a entontecer el marco de sus pasos que bien fallecidos habían permanecido hasta detenimiento.
Tantas preguntas, y tan solo una y repetida respuesta: la duda más allá de los hechos.
Villegas siguió su marcha sin abandonar el laberíntico pensamiento.
Al pasar por la plaza madre de la ciudad, descansó en uno de sus requeridos bancos, gastados por el espectacular desempeño, de cobijo linyérico. De receptor de lluvias y soles. Un saludo, del cobarde empresario. Una mano, del niño de la noche, que sobrevivía con ese simple trabajo de a elongar el antebrazo para que ruidosas monedas detengan en la comida diaria.
Tuve que volver a su abrazo, porque era lo único que podía estimularme.
Tu furia nocturna destruye mi paciencia, y yo tan solo puedo esperarte a que dejes de correr la noche para que descanses en mi vida. Soy el que espera hace un tiempo que detengas en mi vida. En la de todas esas personas que suenan alrededor de mi. En la boca de los que hacen de mí lo que no soy, y por ser tan inflexible en resoluciones, dejo correr las apreciaciones. Por no importarme el error. Por descubrir la gracia en ello.
No pudo más que mirar la tarde y el crepúsculo, como dardo, callo en la ciudad. Su sueño seguía empujándolo a la vida misma. Y la simplicidad del mismo solo pudo ponerlo más aun en peligro. Yo se que sigo tus pasos.
“…El sueño de encontrarte, en la rivera
Para que dejes la tormenta, cualquiera
sea el momento, que lento parece florecer
en los montes de mis dudas, y conocer
si de carne muero, cuando el destino quiera…”
Palabras más, palabras menos, acomodó su ropaje y siguió su marcha…
Juan Maldonado

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